
A pesar de que ya le advertí a mi familia que no tengo plata para hacer regalos, no puedo evitar sentirme culpable al ver estas revistas y notar que varias de esas cosillas serían un perfecto regalo para alguno de ellos.
Para no pensar en eso, me puse a reflexionar acerca de cuál ha sido la mejor Navidad que he pasado en estos 28 años. Todos mis pensamientos me llevan a un año especial: 1990.
En esa época vivíamos en Antofagasta y mi padre, que había conseguido un pituto fuera de la U , nos dijo que podíamos pedirle al Viejito Pascuero lo que quisiéramos. Hasta el día de hoy me pasa que a lo largo de todo el año, se me ocurren miles de regalos buenísimos y útiles para mi, pero llegado el momento de decirle a mis padres qué quiero, mi mente se pone en blanco y no se me viene ni siquiera un objeto a la cabeza.
Eso mismo me ocurrió ese año. Mis hermanos, en cambio, pidieron un Atari (lo último en juegos computacionales de esos años) y un Taca-Taca.
Cuando llegó la noche del 24 de diciembre, y después de ir a Misa y comer en familia, esperamos que dieran las 12:00 para saludarnos y entregarnos los regalos. Recuerdo lo emocionada que estaba viendo como mis hermanos abrían uno el famoso Atari y el otro su querido Taca-taca. En eso, mi hermano mayor dice “y ese tremendo regalo ¿para quién es?”, “Para tu hermana”, contestó mi madre. Al darme vuelta, casi me caí de la emoción. En medio del living, apoyado en el sillón más grande, había un enorme regalo. Todavía sin poder creerlo, fui y lo abrí. Y ahí estaba: una linda bicicleta roja.
Aunque muchas puedan pensarlo así, esa no fue la mejor Navidad por los regalos que recibimos. Para mi fue la mejor Navidad porque nunca había sido tan emocionante ver las caras de mis hermanos (e imaginarme la mía), al ver que podíamos llegar a tener las cosas que soñábamos y que muchas veces creíamos imposibles de conseguir.
Ese día, a mis tiernos 11 años, mis padres me enseñaron la mejor lección en Navidad: No importa qué tan difícil sea el camino que haya que recorrer, si realmente se desea algo y se trabaja por ello, cuando menos lo esperes, llegará.
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