
Quien escribe, cursaba para ese entonces tercero básico y había llegado el año anterior desde Alemania, donde mi papá había ido a hacer un doctorado. Me habían cambiado durante el segundo trimestre al ISMA, donde compartía con una amiga que también había pasado un tiempo en ese país de Europa y con una monjita alemana que nos regalaba libros y con quien practicábamos el lenguaje.
Cuando las monjas de la congregación supieron que tan importante visita pasaría por nuestro colegio, inmediatamente pusieron manos a la obra y organizaron un acto en su honor. Como número central, se les ocurrió la genial idea de que Rosario y yo cantáramos una canción para el Cardenal en alemán, para que el viera que las niñitas chilenas también podíamos hablar en ese idioma.
De las cosas que recuerdo de esos días, está que a mi me encantaba cantar, sin embargo, no me gustaba mucho la idea de subir a un escenario y tener que interpretar algo frente a todas las niñas del colegio. Sin embargo, mis compañeras de curso estaban tan emocionadas, que propusieron acompañarnos con una coreografía de la canción.
Durante muchas tardes nos quedamos cantando y ensayando lo que sería nuestra puesta en escena. Nos preocupamos del vestuario de nuestras amigas y de que el canto nos saliera armónico y bello. A nuestra corta edad, no teníamos la más mínima idea de quien era el cura que venía, pero suponíamos que todo tenía que salir bien, porque el esfuerzo de las Madres por que todo estuviera impecable ese día era notorio.
Cuando llegó el día, esperamos pacientemente nuestro momento de fama. Subimos a escenario y cantamos “Und die Katze tanzt allein, tanzt und tanzt auf einem Bein…” mientras nuestras compañeras bailaban según las indicaciones que les habíamos dado.
El Cardenal estaba fascinado. Nosotras estábamos frente a el cantando, y recuerdo que seguía el ritmo de la canción con la cabeza y con una tremenda sonrisa en su rostro.
Cuando terminamos de cantar, estábamos listas para bajar cuando la Madre Directora nos hizo un gesto. Nos acercamos a ellos y el Cardenal nos hizo un par de preguntas que yo contesté muy suelta de cuerpo.
El día pasó sin mayores contratiempos.
Cuando llegué a mi casa, mi madre me preguntó cómo había estado mi día… Todavía se ríe cuando recuerda que le dije “Bien, me tocó cantarle a un curita viejito alemán y después conversé con él” “¿Y de qué hablaron?” “Hartas cosas. Me dijo que yo era una niña muy conversadora y me dio un beso”, después de eso, fui a cambiarme de ropa para salir a jugar con mis vecinos.
Cuando salió humo blanco del Vaticano, mi tío sacerdote me llamó y con orgullo me dijo “¿Te das cuenta? Ahora puedes decir que conoces al Papa”.
Y así fue. Conocí al actual Papa Benedicto XVI. Un encuentro que ningún medio cubrió, del que no hay ninguna foto, el que seguramente recordamos sólo quienes lo vivimos, y que fue descrito por mi como “cantarle a un curita viejito alemán”…
1 comentario:
Impresionante vaga, si lo que tienes de vaga lo tienes de vaga, jajaja, eres una profesional de la vagologia, sólo de esa manera podrías haber vivido semejante experiencia, eres una caja de sorpresar Isa, ¡¡¡hay que decirlo!!!, no dejo de impresionarme con tus relatos.
Creo que la vida te depara aún llegar demasiado lejos...
Excelente memoria señorita (aún), no puedo decir otra cosa.
Saludos
Franco
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