Después de una mañana corrida en TVU, el jueves 13 de octubre de 2006, con Christian fuimos al Plato de la U de Conce. Eran cerca de las tres de la tarde, por lo que lo único que quedaban eran papas fritas.
Nos sentamos en una mesa los dos callados. Repentinamente empezó a hablar de nosotros... Habíamos estado distanciados, porque yo pensaba que él no sentía nada por mí y, según mi apreciación, el almuerzo era para pedirme que le diera más tiempo. Por eso mismo estaba poco convencida de haber aceptado su invitación y estuve apunto de cancelarla. Si no hubiese sido por Gustavo, que me aconsejó darle la oportunidad de decir las cosas, probablemente no habría ido.
En el momento preciso en que estaba comiendo una papa frita (es decir: abriendo la boca y mascando por primera vez la famosa papa) me dijo que quería estar conmigo, pololeando, porque el estaba convencido de que cuando uno está con alguien, tiene que jugársela el 100 por ciento, y durante el tiempo que habíamos pasado juntos, se había dado cuenta de que yo era la mujer indicada para él.
Hasta ahí llegó mi almuerzo. No fui capaz de comer más papas fritas, porque la famosa papa que estaba comiendo, ante las palabras de Christian se tupió y no quiso bajar más de mi garganta.
Tal fue mi asombro que quedé muda (los que me conocen saben que eso ocurre en muy pocas ocasiones, como por ejemplo el momento del partido entre Mazzú y González en que ambos, casi al mismo momento, se cambiaron de polera), a tal punto, que Christian, que sí podía hablar, me dijo que si no estaba segura, me sintiera con total libertad de preguntar lo que quisiera y, si aún así no tenía certeza de mi respuesta, lo pensara y le contestara al día siguiente...
Cuando llegué al canal, el primero al que me acerqué fue a Gustavo. El estaba concentradísimo editando unas notas, pero, cuando me vio de pié a su lado, me miró y, cuando vio mi sonrisa y le asentí con la cabeza, me dijo “Isabella, termino esta nota en 2 segundos y soy todo oídos”.
Disimuladamente, mientras el revisaba la pauta de prensa que yo había escrito, le fui contado. Cuando terminé me dijo “supongo que después de todo este tiempo le vas a decir que si, ¿cierto?”. “Por mi, se lo gritaría” le respondí.
Esa tarde, le hice muchas preguntas a Christian. Todas producto de mi inseguridad y miedo a salir herida. El, pacientemente, contestó todo de manera abierta. Cuando se despidió de mi, se acercó, me dio un beso en la mejilla y me dijo “chao mi pequeña, mañana o cuando tu quieras hablamos. Lo único que te pido es que lo pienses.”
Nos sentamos en una mesa los dos callados. Repentinamente empezó a hablar de nosotros... Habíamos estado distanciados, porque yo pensaba que él no sentía nada por mí y, según mi apreciación, el almuerzo era para pedirme que le diera más tiempo. Por eso mismo estaba poco convencida de haber aceptado su invitación y estuve apunto de cancelarla. Si no hubiese sido por Gustavo, que me aconsejó darle la oportunidad de decir las cosas, probablemente no habría ido.
En el momento preciso en que estaba comiendo una papa frita (es decir: abriendo la boca y mascando por primera vez la famosa papa) me dijo que quería estar conmigo, pololeando, porque el estaba convencido de que cuando uno está con alguien, tiene que jugársela el 100 por ciento, y durante el tiempo que habíamos pasado juntos, se había dado cuenta de que yo era la mujer indicada para él.
Hasta ahí llegó mi almuerzo. No fui capaz de comer más papas fritas, porque la famosa papa que estaba comiendo, ante las palabras de Christian se tupió y no quiso bajar más de mi garganta.
Tal fue mi asombro que quedé muda (los que me conocen saben que eso ocurre en muy pocas ocasiones, como por ejemplo el momento del partido entre Mazzú y González en que ambos, casi al mismo momento, se cambiaron de polera), a tal punto, que Christian, que sí podía hablar, me dijo que si no estaba segura, me sintiera con total libertad de preguntar lo que quisiera y, si aún así no tenía certeza de mi respuesta, lo pensara y le contestara al día siguiente...
Cuando llegué al canal, el primero al que me acerqué fue a Gustavo. El estaba concentradísimo editando unas notas, pero, cuando me vio de pié a su lado, me miró y, cuando vio mi sonrisa y le asentí con la cabeza, me dijo “Isabella, termino esta nota en 2 segundos y soy todo oídos”.
Disimuladamente, mientras el revisaba la pauta de prensa que yo había escrito, le fui contado. Cuando terminé me dijo “supongo que después de todo este tiempo le vas a decir que si, ¿cierto?”. “Por mi, se lo gritaría” le respondí.
Esa tarde, le hice muchas preguntas a Christian. Todas producto de mi inseguridad y miedo a salir herida. El, pacientemente, contestó todo de manera abierta. Cuando se despidió de mi, se acercó, me dio un beso en la mejilla y me dijo “chao mi pequeña, mañana o cuando tu quieras hablamos. Lo único que te pido es que lo pienses.”
2 comentarios:
Supongo
que esta historia
continuara...
y asi como la sseries, tengo k esperar la otra semana.
porque si no es asi...
te voy a busar a Santa Juana para que me la termines....
es obvio que terminaron juntos... pero k paso despues???!!!!
Jaja, vaya nombre para un día tan importante, que lindo en todo caso como te recuerdas de cada detalle de los comienzos con tu noviecito...
Me gusta su historia sita Isa, muy linda de veritas, espero que siga haciendo memrias respecto a sus experiencias porque son bastante entretes...
Saludiños
Franco
Publicar un comentario